A menos que ocurra algo inesperado e improbable,
Dilma Rousseff, reelecta en octubre de 2014 con 54 millones de votos, tendrá su
mandato popular liquidado por el voto de por lo menos 54 de los 81 senadores
brasileños. El golpe institucional abierto por el entonces presidente de la
Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, apartado de su puesto por orden de la Corte
Suprema gracias a sus reiteradas travesuras en su única verdadera especialidad,
la corrupción más deslavada, se habrá consumado.
La presidenta legítima de Brasil, Dilma
Rousseff, fue depuesta de su cargo por el Senado, pero absuelta por la historia
y los pueblos de la Patria Grande, tras la espectacular defensa que protagonizó
ante el injusto juicio político que la derecha en su país le impuso para
consumar definitivamente otro golpe de Estado en el gigante sudamericano.