
Apenas tres meses habían pasado del triunfo revolucionario de 1959 cuando se dio cumplimiento a una de las más importantes propuestas del Comandante en Jefe de la Revolución: crear la Imprenta Nacional de Cuba. El estreno editorial, que encabezaba un grupo de singulares textos universales, fue El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes y Saavedra. Ni la misión ni el título fueron elegidos al azar. Un lector ejemplar, que sabía de sobra el valor agregado de la buena lectura, los consideró esenciales para construir la cultura educativa que necesitaba para su desarrollo el pueblo cubano.