Seguramente nadie pensó en la muerte en el campamento de Dos Ríos aquella ajetreada mañana del 19 de mayo de 1895. Es probable que la noche antes Martí interrumpiera su carta a Manuel Mercado ante la llegada de Bartolomé Masó con su tropa de jinetes manzanilleros, quienes luego siguieron hacia el campamento de la Vuelta Grande para dar descanso a la caballería.
La creación de centros de investigación biotecnológica de primer nivel mundial, la formación de miles de científicos altamente calificados y comprometidos con la salud de su pueblo que han permanecido en Cuba, enfrentando carencias y escaceses, a pesar de la política sistemática de robo de cerebros espoleada desde el Norte contra todos los países del Sur y que el asedio norteamericano multiplica en el caso de la Isla es resultado de la visión fidelista que desde los inicios de la década de 1980, estimuló la producción nacional de productos como el interferón.
“Que nuestros enemigos no se hagan ilusiones; yo muero mañana y mi influencia puede crecer. Una vez dije que el día que muera de verdad nadie lo iba a creer. Podré andar como el Cid Campeador, que ya muerto lo llevaban a caballo ganando batallas”.