Para la Casa de las Américas, defender a Venezuela en la difícil y peligrosa coyuntura a la que ha sido empujada por el gobierno de los Estados Unidos es defender la voluntad de liberación iniciada en nuestra región hace más de dos siglos, la cual tuvo precisamente en ese hermano país uno de sus más heroicos escenarios. Frente a la arrogancia insolente y las patrañas del “Norte revuelto y brutal” que nos desprecia, unámonos contra la guerra, por el diálogo y la paz.
La historia guerrerista norteamericana nos revela, con sobrada elocuencia, cuál es su modus operandi. No hay nada nuevo en el guión utilizado esta vez con Venezuela, excepto algunos personajes. Otra vez el disfraz de ayuda humanitaria para enmascarar una intervención.
«Respeto a la paz», «condena al golpismo, a la intromisión», «defensa al derecho de los pueblos de elegir su camino», son frases muchas veces repetidas por estos días en Cuba en centros de trabajo y estudio, en cooperativas agropecuarias y en espacios comunitarios de todo el país, porque Venezuela solo ha cometido un pecado: andar con pies propios y con la cabeza erguida, sin sucumbir ante las pretensiones imperiales. Ha cometido el pecado de ser libre.