
Raúl Castro interviene en la VII Cumbre de las Américas, en Panamá, el 11 de abril de 2015. En primer plano, fuera de foco, Barack Obama. Foto: AP
La VII Cumbre de las Américas, recién celebrada en Panamá, fue calificada unánimemente como “histórica”. Por primera vez a ese tipo de eventos asistieron todos los países sin excluir a ninguno. Allí estuvo el Presidente Raúl Castro, en igualdad de condiciones, representando a Cuba, país condenado al ostracismo por la O.E.A. hace más de medio siglo y que nunca había sido invitado a las Cumbres anteriores desde la primera efectuada en Miami en 1995.
Su presencia no era resultado de concesiones o favores de nadie. Lo dijo con lenguaje claro y llano la Presidenta de Argentina Cristina Fernández de Kirchner: “Cuba está aquí porque luchó por más de 60 años con una dignidad sin precedentes, con un pueblo que sufrió y sufre aún muchas penurias, y porque ese pueblo fue dirigido por líderes que no traicionaron su lucha”. Que Cuba participase era también una exigencia de los países de América Latina y el Caribe, varios de los cuales habían advertido que si se mantenía la discriminación contra la nación antillana ellos no irían a Panamá. La Cumbre sería con Cuba o no habría Cumbre.