jueves, 21 de febrero de 2019

AMÉRICA LATINA ¿Qué ha pasado? Entendiendo la contraofensiva imperial






















Con el ensayo “La geopolítica imperial del desarrollo en América Latina: ¿un modelo superado?”, las investigadoras cubanas Yazmín Bárbara Vázquez Ortiz y Olga Rosa González Martínez, del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU) de la Universidad de la Habana, acaban de ganar el Premio Internacional de Ensayo Pensar a Contracorriente, en su XVI edición. Con ellas conversamos, para entender la avalancha imperial y de reconquista en la región, así como las posibilidades de la izquierda para enfrentar este desafío. Y lo hacemos en un momento clave: cuando las amenazas de una intervención armada de Estados Unidos o de una contienda fratricida, se ensañan con la Revolución Bolivariana de Venezuela.
¿Cuáles son a grandes rasgos, los mecanismos que caracterizan el posicionamiento geopolítico imperial en América Latina, desde la perspectiva del desarrollo?

Yazmín: Para hablar del Modelo de la Geopolítica Imperial del Desarrollo, debemos precisar, ante todo, que es un conjunto de mecanismos que funcionan de forma articulada, y que no son solo de naturaleza económica. Si bien entre ellos se encuentran los Tratados de Libre Comercio, los Programas de Asistencia para el Desarrollo (de alcance nacional como FORTAS e Internacional como los de la USAID), aquellos mecanismos que se aplican en el plano de la dominación cultural también son esenciales para entender el alcance que tiene, en el ámbito de la dominación y la subversión política, el modelo del que hablamos.
Por ejemplo, la articulación de los mensajes emitidos desde medios de comunicación, consultoras internacionales, tanques de pensamiento, instituciones internacionales como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional, con más o menos nivel técnico, se han dirigido en dos direcciones de impacto. La primera, a desacreditar los programas, las políticas generadas desde gobiernos o fuerzas de izquierda, aquellos que se trazan un horizonte de desarrollo humano y social desde la socialización de la riqueza y el poder, con transformaciones que deben realizarse en función de ello, en todos los niveles geográficos y dimensiones estructurales y de acción social requeridas, que se constituyen en procesos esenciales para su concreción. La segunda, encaminada a socializar y construir consensos alrededor de propuestas alternativas a los mismos en línea con los intereses del capital transnacional y el proyecto imperial del gobierno de Estados Unidos.
Lo interesante de estas líneas de acción, en especial de la segunda, es que la manera de construir consenso pasa por un trabajo con concepciones (qué entender por desarrollo), valores (cómo orientar la conducta individual para lograrlo), ideales (a qué proyecto debe apostarle la familia y la sociedad para progresar), que tiene como objetivo esencial la disputa de sentidos para el cambio cultural. Un proceso que ha capitalizado políticamente los símbolos, el discurso y las prácticas que desde los procesos de izquierda han mostrado capacidad para movilizar a la sociedad por el cambio social. Olguita puede abundar sobre cómo se ha ido conformando un modelo de comunicación política para el cambio cultural a partir de la acción de los mecanismos referidos y otros, más agresivos, que se encuentran en despliegue hoy.
¿De qué manera se inserta la comunicación política en este posicionamiento de la derecha y de un modelo de pensamiento neocolonial en el continente?
Olga: La comunicación política, entendida como un proceso multidimensional que se estructura alrededor de la dimensión de la dominación ideológico-cultural, con nuevos actores como sujetos protagónicos en el ejercicio de la política, nuevas temáticas, así como nuevas formas de organización que privilegian las estructuras en redes de incidencia a nivel local, nacional, regional y trasnacional, ha sido clave en el posicionamiento de la derecha en América Latina. Clave ha sido también el uso de la comunicación estratégica en materia de información, influencia y persuasión en torno a objetivos previamente definidos y que han contribuido al cambio social. El proceso de globalización mediática determinado por la relación entre medios, desregulación y comercio de comunicación, ha permitido que las compañías privadas se posicionen en el mercado latinoamericano con una agenda que favorece el predominio de los temas que mencionaba Yazmín.
Por otro lado, los estudios que hemos realizado en el CEHSEU en la última década, por ejemplo, nos han demostrado que la derecha ha sido efectiva también a la hora de potenciar como elemento positivo para la región la presencia militar de los Estados Unidos en Colombia y Honduras. En este último caso se evidenció de manera muy clara en el golpe de Estado contra Zelaya donde el tema cooperación Estados Unidos-Honduras prácticamente copó la agenda mediática. Pero, lo curioso fue que esa cooperación se concentró, fundamentalmente, en las visitas de altos jefes y diplomáticos al país, la presencia de efectivos militares, de militares norteamericanos en programas de asistencia humanitaria, entre otros. Interesante resultó también en este caso que las fuentes empleadas para legitimar estos temas fueron prácticamente estadounidenses, más allá de los “líderes” interesados en el golpe de Estado. Algo similar demostró un estudio que hicimos en torno a Colombia y la presencia militar estadounidense en ese país. El espacio que se le daba a las fuentes venezolanas o bolivianas, por ejemplo, era mínimo y casi siempre con el objetivo de desacreditarlas.
Asimismo, deben tenerse en cuenta las acciones de comunicación para el cambio social. En este sentido, algunos estudios realizados en la región indican que los principales actores en esta área no han sido precisamente los movimientos sociales o los partidos de izquierda. Estos tienen un alcance bastante limitado si los comparamos con el que tiene, por ejemplo, la Iniciativa de Comunicación: Comunicación y Medios para el Desarrollo de América Latina y el Caribe y el Consorcio de la Comunicación para el Cambio. Entre sus principales accionistas se encuentran fundaciones privadas estadounidenses y europeas, además de algunas agencias de la ONU y del gobierno estadounidense. Se destacan por su larga tradición en la región la Fundación Rockefeller, la Kellog y la Ford, además de la Open Society Foundation y la USAID. Por lo tanto, esta es un área a la que hay que prestarle la mayor atención, así como al papel que han tenido las iglesias, los tanques de pensamiento y las corporaciones que protagonizan la disputa de sentidos a favor del neoliberalismo y su proyecto político.
Ese accionar, imagino, ha sido hacia toda la región, pero teniendo en cuenta particularidades y objetivos específicos en cada país. ¿Cómo se ha expresado especialmente contra los procesos progresistas y emancipatorios de la región, y dentro de ellos, contra la Revolución Bolivariana?
Yazmín: La particularidad que ha tenido la aplicación de estos mecanismos en los países donde se despliegan procesos progresistas y emancipatorios ha sido, de una parte, la inserción de una serie de instrumentos que obstaculizan la concreción de los programas de desarrollo, de las políticas encaminadas a ese fin y de otra, la combinación de todo ello con los destinados a garantizar “los cambios políticos necesarios para acceder al desarrollo”.
En el primer caso, más allá de la ofensiva mediática para desacreditar los programas, planes y políticas para el desarrollo, los procesos de boicot, —guerra económica (como en Venezuela), bloqueo (como en Cuba)—, se han articulado a instrumentos jurídicos, sanciones de alcance internacional, manipulación de instituciones internacionales, como hicieron para bajar los precios del petróleo con la OPEP. Todo ello en aras de crear una base de carencias materiales y otros elementos desde las que luego se trabaja el malestar, la “necesidad” del cambio y las ideas sobre cómo hacerlo. Muy semejante a las declaraciones de Danny Glover sobre la proyección de Estados Unidos hacia Venezuela hoy: te creo el problema, te ataco y luego voy a salvarte. Solo que esa salvación es diseñada y condicionada en función de lo que necesita el gran capital para entrar a nuestras economías y Estados Unidos, para garantizar una zona de apoyo geopolítico frente a China, Rusia y los desafíos que estos imponen a la perpetuación de la hegemonía imperial.
A los mecanismos que se articulan a los ya mencionados en aras de garantizar “los cambios políticos necesarios para acceder al desarrollo”, se han vinculado aquellos que se incluyen en la promoción de la seguridad, como condición del desarrollo, a partir de las Iniciativas para la seguridad que han sido desplegadas en el continente. Desde estos últimos mecanismos se ha trabajado la criminalización de la protesta social, para eliminar a los que no pueden convencer, a los que luchan contra las transnacionales y sus procesos de expropiación. En igual sentido, los procesos de “fortalecimiento institucional” han funcionado mediante la acción de fiscalías “independientes”, en procesos de judicialización de la política que inhabilitan a líderes de izquierda como Lula, con posibilidades de recuperar el gobierno, o de Cristina, Correa, que en su momento limitaron la capacidad de expropiar los recursos naturales en los países donde gobernaron e incidieron en su rescate para el progreso social, con las nacionalizaciones.
Hoy tenemos a las corporaciones incidiendo en las funciones de los gobiernos y en los mecanismos de supuesta integración como la Iniciativa para la Prosperidad y la Seguridad del Triángulo Norte. La corporativización de la política forma parte de lo que promueve el Modelo de la Geopolítica Imperial del Desarrollo, junto al empoderamiento ciudadano y comunitario, pero solo en el área económica, como fuerza de trabajo o emprendedores subordinados a las cadenas de valor global.
Una propuesta en la que participan muchos y disímiles actores: desde agencias y fundaciones de los Estados Unidos, tanques de pensamiento, iglesias, corporaciones, entre otros, que actúan a nivel territorial, nacional y regional.
Este proceso promueve desde el 2017, como parte de las acciones del Comando Sur en América Latina, la Red de Redes, la coordinación de los mecanismos que se han mencionado por las fuerzas militares estadounidenses. Es parte del esquema que se aplica en Venezuela tratando de construir consenso para legitimar la intervención por el cambio político nacional.
Después de haber estudiado este fenómeno, ¿qué piensan puede hacer la izquierda en América Latina para enfrentar y superar este desafío?
Olguita: Sin pretender dar una respuesta única ni ofrecer una receta, me parece que lo más importante es, ante todo, que la izquierda se una, que trabaje en bloque, que haga un balance de sus errores y que elabore proyecciones en distintos ámbitos. Lo que ha demostrado América Latina en los últimos años es que no se trata solo de llegar al gobierno por vía electoral. Se trata de que una vez alcanzado el Poder Ejecutivo se produzca un proceso de radicalización revolucionaria en el sentido más amplio de la palabra. Como dijo el Che, “al enemigo ni un tantico así”. No se pueden ceder espacios, hay que hablar con la gente, hay que trabajar con la base, en las calles, en los barrios, hablar cara a cara. Los medios de comunicación son importantes, los medios sociales son útiles, pero no se puede perder el espacio de lo local, de la comunidad, que es donde la derecha y Estados Unidos han estado trabajando fuertemente. Todo el que esté pensando estratégicamente su futuro debe ir más allá del debate de las políticas públicas e incluir a todos los actores que influyen en la formación de consenso y la movilización.


(Daynet Rodríguez Sotomayor / CubaSí)

No hay comentarios:

Publicar un comentario