lunes, 9 de septiembre de 2013

Cumbre del G-20, la más incómoda para Barack Obama en casi cinco años


Cumbre G-20

El Grupo de los 20 países más importantes se reúne una vez al año. Originalmente era un círculo más cerrado, de 7 u 8 potencias, según sumaran o no a Rusia, y luego de la crisis global de 2008 decidieron invitar a otros países, aún cuando algunos, como Argentina, no pueden ser considerados “de elite”.

En esa ampliación había una razón de tipo objetiva, de escuchar otras campanas para entender las causas de aquella crisis y discutir medidas para al menos encaminarla. Y también pesó un objetivo político, de engañar a la opinión pública con que el poder mundial se democratizaba, con nuevos actores. De paso, si aquellas fracturas del planeta capitalista se ahondaban, el G-7 podía compartir tal responsabilidad con los flamantes socios y explicar que el fracaso no era solo suyo.
De más está decir que en los últimos cinco años, el G-20 no cumplió ningún papel positivo en la salida de crisis mencionada. No adoptó medidas de fondo, que hubieran requerido fulminar el papel rector del capital financiero internacional y de las multinacionales, que ejercen el poder por medio de la banca comercial, los organismos de crédito internacional y la Organización Mundial de Comercio.
Pero tampoco fue capaz de tomar decisiones más modestas, como el control efectivo de los movimientos especulativos de las finanzas y bancos, que habían estado entre las causas del estallido de 2008 y la caída del Lehman Brothers. La Cumbre del jueves y viernes pasado en San Petersburgo, Rusia, no fue la excepción. Con decir que la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, se fue contenta porque su delegación había logrado introducir en el documento una crítica a las “guaridas fiscales”, como se denominará de acá en más a los beatíficos “paraísos fiscales”.
Medidas concretas, punitorias, contra esas guaridas, muchas de las cuales están ubicadas en dominios norteamericanos y europeos, no se acordó ninguna. Quiere decir que en los hechos, más allá de cómo las llamen, serán siendo paraísos…

Ocupados en la guerra
El documento de San Petersburgo incluyó algunos párrafos sobre la necesidad de reactivar la economía y el comercio internacionales. Algunas reuniones de jóvenes del G-20, elogiadas por la mandataria argentina, se pronunciaron para que ese desarrollo tuviera un sentido más social y atienda a las necesidades postergadas de millones de personas.
Evidentemente los líderes del G-20, al menos Barack Obama y sus colegas de las principales potencias, no tienen en mente políticas para encarar esos dramas. Lo suyo atrasa varios años. Pensar que en enero pasado la Organización Internacional del Trabajo (OIT) expresó que a lo largo de 2013 los desempleados aumentarían más de 5 millones. La suma total de afectados alcanzaría entonces a 202 millones.
Frente a esa realidad, algunas promesas de declaraciones sin sustento práctico, una vez al año, suenan a farsa. Son la prueba de que, en vez de ocuparse de asuntos importantes de la humanidad, aquellos gobiernos están atareados en ver cómo invaden países, como hoy maquinan contra Siria. La cita en San Petersburgo demostró que en eso andan los ocupantes de la Casa Blanca, el de Downing Street 20 de Londres y algunos otros aliados suyos de la Unión Europea. Están preocupados por las ganancias de sus bancos y multinacionales, por adueñarse del gas y crudo de Medio Oriente y por pergeñar agresiones a quienes se crucen en su camino.

Obama rencoroso
El presidente estadounidense, asumido su primer mandato en enero de 2009, viene desgastándose ante los ojos del mundo como un político imperial más, de la larga lista de los que se sentaron en el Salón Oval.
Incluso para muchos de los ciudadanos de su país, como para el pensador Noam Chomsky, lo suyo, en caso de atacar a Siria, sería un crimen de guerra. Menudo problema para la academia Nobel tener como premiado a un criminal de guerra. Bueno, dirán sus miembros más conformistas, si le dimos el premio a Henry Kissinger, a Frederick de Klerk de Sudáfrica y a Shimon Peres de Israel, ¿qué le hace una mancha más al Nobel?
Además de tipo de doble faz, el afroamericano es rencoroso. Y así actuó en San Petersburgo, porque por despecho con Argentina, entre otras razones, vetó que el documento del G-20 contuviera críticas a los “fondos buitres”.
La presidenta argentina tenía como uno de los objetivos de su viaje a Rusia traerse una condena a esos fondos especulativos que buscan cobrar al país deudas millonarias sin haber ingresado en 2005 y 2010 a sendos canjes de la deuda.
No hubo repudio de Obama a los buitres ni dejó que la reunión los mencionara en forma crítica. Tampoco, en los días previos, su gobierno se presentó como “amicus curiae” ante la Corte de Apelaciones de Nueva York, como sí lo hizo Francia, para favorecer la apelación de los abogados que representan a Buenos Aires en contra de los fallos del juez Thomas Griesa y de esa misma Corte, favorables a los cuestionados fondos.
El mandatario estadounidense llegó a la cita rusa atravesando su peor momento político en casi cinco años. En su país y el mundo la agresión a Damasco tiene cada vez más detractores. Brasil y México lo critican por haber sido sus presidentes blancos del espionaje de la NSA. El parlamento británico se opuso al pedido de David Cameron de secundarlo en el ataque a Siria. El Papa envió una nota al G-20 pidiendo una solución pacífica en ese país. Vladimir Putin fue un férreo opositor a la agresión y como dueño de casa introdujo el tema Siria en la agenda, a sabiendas que Obama quedaría ensartado.

Puede atacar igual
“Estoy muy solo aquí en este mundo abandonado” dice una parte de la sesentosa letra de “La balsa” de Lito Nebbia. Esa parte puede servir para graficar cómo está Obama en este momento.
Su plan de atacar a Siria tuvo el voto favorable, apretado, de un comité del Senado y es más problemático que logre un aval mayoritario amplio en la Cámara de Representantes. El primer apoyo lo tuvo con medias mentiras, de que no involucraría soldados en el terreno y de una operación por sólo 60 días prorrogables por 30. ¿Y si Siria mantiene su resistencia por más tiempo, qué hará la Casa Blanca?
El resto de los aliados tiene serias dificultades para secundarlo en la aventura bélica, caso de Cameron. Otros gobiernos europeos ponen una prudente distancia con ese programa tan poco atractivo, casos de Alemania, Italia y las autoridades de la UE, como el portugués José Manuel Barroso de la Comisión Europea y el belga Herman Van Rumpuy, titular del Consejo Europeo.
El mismo secretario general de la ONU, el surcoreano Ban Ki Moon, tampoco es de la partida y reclamó tiempo para la paz. Pidió en San Petersburgo aguardar al menos el informe de los inspectores de armas de Naciones Unidas que estuvieron investigando en los suburbios de Damasco sobre la alegada utilización de armas químicas.
Ese expediente de las “armas químicas” ha dado pie a las comparaciones de la actual campaña contra Siria con la guerra de mentiras que preludió la agresión a Irak. Eso no sólo ocurrió en el plano de las denuncias y polémicas. También llegó a lo fáctico, pues la agencia siria oficial SANA puso de manifiesto que el secretario de Estado John Kerry había pretendido ilustrar la responsabilidad del gobierno de Al Assad con una fotografía del ataque químico del 21 de agosto de 2013 en Damasco, con….una foto tomada por n fotógrafo italiano en 2003 en Irak. Dos mentiras se unen por una misma foto, de lo que se hizo eco hasta el diario The New York Times.
Obama ya está jugado y puede bombardear lo mismo Damasco y otros puntos de Siria, a pesar de su soledad y en medio de las críticas cruzadas de la mayor parte de la humanidad.
El G-20 puede romperse
Si el norteamericano da al Pentágono de Chuck Hagel la orden de atacar, desde naves y aviones ubicados en el Mediterráneo y zonas cercanas, e independientemente del resultado que puede depararle el campo de batalla, tal agresión puede puede traer aparejados algunos de estos movimientos o consecuencias políticas:
-Radicalización de los movimientos populares y de gobiernos de Medio Oriente. La idea de “Todos somos Siria” puede extenderse.
-Aumento del antiimperialismo en América Latina y el Tercer Mundo, fortaleciéndose gobiernos como los de Venezuela, Ecuador, Bolivia, etc.
-División política al interior de EE UU, donde los demócratas pagarán el mayor precio, y auge de reclamos populares allí y en Europa contra los ajustes y por la paz.
-Mayor disgregación del espectro de alianzas que hoy EE UU mantiene a duras penas con la UE, la Alianza del Pacífico y gobiernos árabes pro occidentales.
-El G-20 no va a reunirse en tiempos normales, o al menos no con asistencia de los enviados de Washington. El Grupo puede romperse o desaparecer, bajo el peso de tales diferencias, y surgir otros espacios de debate del poder mundial que hoy se perfilan en el BRICS, ALBA y la Organización de Cooperación de Shanghai. Si alguien pregunta qué pasó con el G-20, habría que contestarle que Obama lo rompió con ajustes y bombazos.
(Tomado de LA ARENA)

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