Breve reseña del espionaje y la manipulación que de este hicieron los EE.UU.
El “espionaje” es tan antiguo que se remonta a los tiempos bíblicos, cuando Moisés envió hacia Canaan un grupo de hombres en misión de reconocimiento, sin embargo el primer servicio permanente de inteligencia apareció en Asiria entre los siglos X y VII a. C., un imperio ubicado en el norte de la antigua Mesopotamia, cuyo fin era conocer la situación en los países conquistados.
La historia continuó y espiar era una práctica cotidiana, no obstante no fue hasta la revolución industrial (periodo entre la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX) que se impulsó el crecimiento de los servicios de inteligencia en todo el mundo. Más adelante, vísperas de la Primera Guerra Mundial, el “espionaje” – es mi opinión- empezó a influir decisivamente en la historia universal[1].
El muñeco se fue formando y las grandes potencias entraron en el juego, la Segunda Guerra Mundial fue un escenario de estremecedoras historias e increíbles ejemplos de espionaje, “espías” que cambiaron el curso de la guerra y con ello ratificaron la importancia de este “arte”. Poco después, ya derrotado el fascismo, los servicios de espionaje de las grandes potencias comenzaron a estructurarse con seriedad.
El 26 de julio de 1947 tomó vida la Agencia Central de Inteligencia o Central Intelligence Agency (CIA), la cual de inmediato fracturó el marco legal de la “estrategia de inteligencia” para la cual fue diseñada, desarrollando operaciones clandestinas tendientes a modificar las políticas internas de otros países en función de los intereses de EE.UU, desestabilizar gobiernos, asesinar dirigentes, entre otras acciones que constituyen claros ejemplos de la supuesta “ética” que distinguía –y hoy todavía distingue- el espionaje fabricado en Langley - y la Casa Blanca- .
El tiempo pasó y la década de 1990 trajo al unísono un mundo unipolar y una revolución de tecnologías –computadoras supersónicas, celulares, Internet, etc- cual puso en mano de los más poderosos las vías más sofisticadas e impersonales de espiar. ¿El gran beneficiado? Obviamente EE.UU, que rápidamente construyó el sistema de inteligencia tecnológicamente más avanzado del mundo[2]. Creó la mayor red de espionaje y análisis de la historia, Echelon. Un sistema que utiliza 120 satélites y puede rastrear más de tres mil millones de mensajes por día, entre comunicaciones de gobiernos, empresas y ciudadanos.
Se acercaba el siglo XXI y paralelamente que se desarrollaban tecnológicamente, los EE.UU, crecían en sus planes injerencistas. Ya no había confrontación con la URSS ni “guerra fría”, ya no podían actuar de modo burdo a pesar de ser los “dueños del mundo”, había que “camuflajear” el hecho de que sus acciones y estrategias no respondían a un “normal” espionaje sino a una violación flagrante del derecho a la privacidad de todos los ciudadanos, incluido la de los norteamericanos, por lo que se dieron a la tarea de “maquillar” y “ensalzar” sus actos ante toda la opinión pública (entiéndase preparar el terreno para justificar lo que ya hacían y estaban por hacer).
Crearon la teoría “justificativa” de un “espionaje bueno, noble, decente, antiterrorista, de fines libertarios”, que busca proteger a los “aliados” y defender a los “buenos” de los “malos”, calificaron el accionar de sus enemigos –con causas o sin ellas- como un “espionaje malo” digno de las más duras penas, incluso si este accionar fuera en defensa legitima y sin presentar los rasgos distintivos de la acción de espiar, todo ello como parte de un diseño que también involucró al aparato propagandístico y a los medios de difusión masiva como ente diseminador de sus líneas de mensaje.
En 1998 tuvieron la oportunidad de ensayar el engendro. Fue en el caso de nuestros cinco hermanos presos en cárceles estadounidenses (uno ya en suelo patrio), los tildaron de “espías malos”, de los que supuestamente merecen largas condenas y hasta la muerte, cuando en realidad ni eran espías[3] ni eran malos, pues ellos tenían “exclusivamente” la misión de obtener información sobre los planes de los grupos terroristas radicados en el sur de La Florida, no de obtener información secreta del Gobierno de EE.UU y la única relación con la maldad que tuvieron fue haber estado cerca de los asesinos que en Miami el propio gobierno estadounidense protege. Pero ese sería otro capítulo, o mejor dicho, otra novela pues no será tarea fácil resumir como ese aparato fiscal y esa prensa lacaya y servil influenció de manera premeditada en el veredicto de los “jueces”.[4]
Pero la “combinación perfecta” llegó con los “ataques terroristas” del 11 de septiembre de 2001, estos fueron el “contexto- pretexto” anhelado, la guerra del terror desatada por Bush, cuyos “argumentos” fueron tan absurdos como la propia caída de las “torres gemelas”[5], se apoyó en ese sistema de espionaje a “nuevo estilo”: “espiar, espiar, espiar con todos los medios posibles, no importa a quien, y si el resultado no es el deseado lo inventamos, lo adaptamos, engañamos al mundo y cumplimos nuestro objetivo”, en definitiva contaban con los medios –y la indecencia- para hacerlo.
Finalizada la primera década de este siglo “la verdad salió a luz” y, aunque desafortunadamente el “engaño” costó y sigue costando vidas humanas sin que nadie ni nada pueda hacer algo, las revelaciones de WikiLeaks, Bradley Manning y del ex analista de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) Edward Snowden han adentrado al mundo en un nuevo “estado de conciencia”, algo así como un “para quién no quería creer, más claro ni el agua”. Snowden y compañía demostraron convincentemente, entre un grupo importante de cuestiones –sería interminable la lista- , que la acción de espiar que desarrolla la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) de Estados Unidos es masiva y sin escrúpulos, que llega hasta la intercepción de teléfonos de la canciller alemana, Ángela Merkel, la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, el presidente de México, Enrique Peña Nieto, entre otros 30 lideres internacionales.
Todo un escándalo en el que llama la atención como los que se creían “espías”, e incluso “vendían” información a su “gran socio”, se daban cuenta ahora que estaban siendo espiados por el mismo. España, de cuyo Gobierno Cuba tiene cercanas historias de espionaje, “sufrió” la escucha ilegal de más de 60 millones de llamadas telefónicas por la NSA, un irónico ejemplo de espía espiado.
Confieso que resulta triste que el cuadragésimo cuarto Presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, no haya dado la cara al respecto, entiendo que no quiera hacerlo, en definitiva toda la responsabilidad no es suya –es el cuadragésimo, no el primero- , pero por favor, que no intente insultar la inteligencia humana, que no permita el absurdo en boca de sus “voceros”. ¿Como dejar –u ordenar- decir que: “los programas de escuchas de los servicios secretos de su país no solo han sido “fundamentales” para la protección de ciudadanos norteamericanos, sino que también han jugado un “papel primordial” en la defensa de los “intereses” de países aliados de EEUU”[6]? Sencillamente una burla, que me explique el propio Obama como “escuchar” las conversaciones de la Merkel ayudan a Alemania, o más aún protege a los propios norteamericanos.
Algo dirá y algo me dice que presenciaremos la llegada de un nuevo calificativo para acompañar el “espionaje” made in USA, quizás este sea “espionaje neutro” o “espionaje amigo”, en definitiva ya Tío Sam nos tiene acostumbrados, recordemos las “buenas intervenciones en América Latina” y más recientemente las “buenas” torturas de Abu Ghraib.
Lo cierto es que nada es nuevo, solo que ahora es más público, y mientras Obama y su gabinete no saben donde colocar la cabeza y juegan a un tetris de palabras huecas y justificaciones absurdas casi siete de 10 estadounidenses rechazan el programa de espionaje de Washington[7], mientras los “amigos ofendidos” y aquellos no tan “amigos” siguen exigiendo disculpas y explicaciones.
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