Por Ernesto Gómez Abascal
Después de tres años de iniciada una sangrienta lucha para tomar el poder en Siria, la coalición opositora, dirigida por Estados Unidos e integrada por algunos de sus más fieles aliados europeos y por petromonarquías miembros del Consejo de Cooperación del Golfo, parece haber llegado al convencimiento de que sus cálculos para liquidar al gobierno del presidente Bashar Al Assad en breve tiempo, han fallado. Sin embargo, esto no quiere decir que abandonen ese empeño.
El gobierno de Obama, ante la firme postura de Rusia, decidió no arriesgarse a iniciar una nueva guerra que involucrara directamente a sus fuerzas, considerando los fracasos sufridos en Afganistán e Iraq. Además, el auge tomado por fuerzas jihadistas vinculadas a Al Qaeda, quienes ahora constituyen la vanguardia de los combatientes contra el gobierno sirio, y reciben abundante ayuda económica y material bélico desde Arabia Saudita y Qatar fundamentalmente, así como otras facilidades que les brinda el gobierno del primer ministro Erdogan desde Turquía, pone en evidencia su oportunista alianza con quienes han actuado militarmente contra los propios Estados Unidos. Esto crea problemas en lo que a política interna se refiere al presidente Obama.
Desde el inicio de los combates en Siria, llamamos la atención, tal como lo han hecho infinidad de personas y países con sentido común y responsabilidad, en relación a que la guerra podría extenderse por toda la región e incluso podría provocar una Tercera Guerra Mundial. El llamado que hizo el presidente ruso, Vladimir Putin al pueblo y gobierno estadounidense el pasado mes de septiembre, en carta que fue publicada en el New York Times, explicaba claramente la grave situación que se podría crear a partir de la guerra en Siria.
Obama parece haber entendido, al menos en parte, el mensaje. Sin embargo, otros de sus aliados no se conforman con el curso que tomaron los acontecimientos en los últimos meses, respecto a las negociaciones para resolver el problema que, —según ellos afirman— constituye el desarrollo atómico de Irán, y se indignaron ante la negativa de Washington a involucrarse profundamente en otra guerra en Siria.
A la cabeza de esta tendencia se sitúa Arabia Saudita, cuyo jefe de Inteligencia, el poderoso Bandar Bin Sultán, parece haberse tomado el tema de la guerra en toda la región como un asunto personal, tal vez pensando que con sus petrodólares puede decidir en los acontecimientos y doblegar cualquier obstáculo.
El príncipe saudita, disgustado en cierta medida con la política del presidente Obama, se ha proclamado como una especie de General en Jefe de un ejército terrorista, realmente peligroso, que bajo falsos argumentos e intereses religiosos y sectarios, se empeña en extender la guerra mucho más allá de las fronteras de Siria.
El pasado año, visitó Moscú y se entrevistó con el presidente Putin. Le ofreció ventajas económicas y comerciales de todo tipo para que Rusia dejara de apoyar a Siria y por otra parte, lo amenazó casi abiertamente, que si no lo hacía, “dejarían de controlar a los jihadistas chechenos”, quienes podrían realizar acciones que impidieran la celebración, en febrero próximo, de los Juegos Olímpicos de Invierno en la ciudad de Sochi. Ha trascendido que Putín, indignado ante tan descarado chantaje, le alertó que Rusia tenía capacidad militar para destruir el Reino.
Ahora, los terribles actos terroristas cometidos en la ciudad rusa de Volgogrado, pueden indicar que el príncipe Bandar no tuvo en cuenta la advertencia de Moscú, que ya solicitó en la ONU, que se declarara al Reino de Saud como un estado que apoya el terrorismo.
Estados Unidos y sus aliados occidentales deberían estar preocupados ante tal situación, pues desde Washington, hace ya años, cuando trabajaban para derrotar las fuerzas soviéticas en Afganistán, se apoyó la creación de estos grupos terroristas en alianza con sauditas y otros amigos del Golfo. Ellos son realmente los padres de aquel Frankenstein, que se volvió contra sus creadores y ha cometido sangrientos actos terroristas en esos países. Ya se conoce que en los grupos takfiríes y salafistas que combaten contra el gobierno de Damasco, hay no pocos militantes de países occidentales, que con la experiencia allí adquirida podrían volver a sus lugares de origen y poner en práctica sus criminales conocimientos.
La guerra terrorista, de hecho, ya ha traspasado las fronteras de Siria. En Iraq, desde hace tiempo y a partir de la ilegal y criminal invasión de las tropas estadounidenses, se alienta una guerra sectaria que tiene como objetivo eliminar el poder de la mayoritaria población chiita y debilitar a Irán. Miles de personas inocentes han muerto y decenas mueren diariamente, productos de explosivos, que todo indica son suministrados por prominentes miembros del Consejo de Cooperación del Golfo, dígase Arabia Saudita y Catar en primer lugar. Allí las bandas terroristas han llegado a ocupar recientemente, importantes ciudades en la provincia occidental de Ambar, fronteriza con Siria. Es lo mismo que viene sucediendo en este último país, donde los enfrentamientos han estado dirigidos a darles un contenido sectario.
En Líbano se intenta provocar igualmente una guerra de este tipo. Los atentados ocurridos en el suburbio sur de Beirut y otros lugares, tienen el mismo signo de lo que ocurre en Iraq y los explosivos dejan el mismo olor que las acciones terroristas de Volgogrado. Hasta el momento, Hizbulá y las fuerzas patrióticas libanesas, no se han dejado provocar y han evitado iniciar la confrontación.
Turquía que parece comenzar a meditar sobre el error cometido por los dirigentes del partido gobernante al involucrarse profundamente en esta guerra, es otro candidato a sufrir sus consecuencias. De hecho, ya está en marcha un proceso de desestabilización política.
El príncipe de la tinieblas terroristas, quien se considera todopoderoso al estar sentado sobre una montaña de petrodólares, según se ha publicado, se reunió recientemente en secreto con los jefes terroristas de Tel Aviv, quienes tienen larga experiencia en masacrar al pueblo palestino y libanés, y poseen ilegalmente, el único arsenal atómico de la región, cuestión que no preocupa a EEUU y sus aliados de la OTAN. El propósito de tal reunión, parece ser el unir fuerzas en su empeño de atacar y destruir a Irán, objetivo priorizado de ambos, que no ocultan su preocupación por el curso de los últimos acontecimientos a los cuales se oponen rotundamente:
─La reunión de Ginebra II para buscar una solución pacífica al conflicto en Siria.
─El avance exitoso de las negociaciones para lograr resolver el conflicto del desarrollo atómico en Irán.
Todavía el mundo y la opinión pública internacional están a tiempo de desactivar esta peligrosa “bomba de tiempo terrorista”, que nos puede llevar a un verdadero holocausto. Todos debemos tomar conciencia de esto y actuar para detener a Frankenstein.
Estados Unidos debe dejar de practicar un doble standard en este peligroso asunto. Ellos protegen a Israel en su política terrorista contra el pueblo palestino y ofrecen refugio y han utilizado a bandas de connotados terroristas de origen cubano, quienes desde su propio territorio, han llevado a cabo numerosas acciones criminales contra Cuba, provocando la muerte de 3478 personas y la incapacidad de otros 2099.
El terrorista Luis Posada Carriles, quien vive tranquilamente en Miami, fue el organizador y autor intelectual confeso, entre otros hechos, de la voladura de un avión de pasajeros de la línea Cubana de Aviación, que provocó más de 70 muertes inocentes.
El gobierno estadounidense mantiene presos, ya por casi 15 años, a cuatro luchadores antiterroristas cubanos, cuyo único delito fue tratar de impedir, con la búsqueda de información y sin perjudicar o amenazar, la seguridad de ese país, que se llevaran a cabo acciones de este tipo contra Cuba. Mediante un proceso legal lleno de violaciones, fueron condenados a largas e injustas penas de prisión.
Todas la personas amantes de la paz y que se consideren progresistas y antiterroristas, deben demandar su liberación inmediata.
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