Por:
Frei Betto

Panama
Papers (Los Papeles de Panamá) es un escándalo que involucra a una
firma de abogados de ese país y a reconocidas personalidades de varias
partes del mundo.
Todo lo que sucede en casa, dice el Evangelio, será proclamado desde
los tejados. Eso está pasando ahora con 11.5 millones de cuentas
secretas guardadas durante 40 años en las oficinas de la compañía de
abogados Mossack-Fonseca, en Panamá. Es el escándalo conocido como Panamá Papers.
Son cuentas de offshore, que significa, en traducción libre, “negocios fuera”. Offshore es una empresa constituida legalmente fuera del país de quien ha invertido su capital. Por tanto, tener cuentas offshore no constituye un delito.
Lo que suscita sospechas es el hecho, en general, de que la offshore se ubica en paraísos fiscales o en países que no cobran impuestos.
De ese modo se garantiza el anonimato en cuanto a la nacionalidad de
los cuentahabientes, que no necesitan declarar esa cantidad a la entidad
correspondiente de sus países.
La divulgación de las cuentas permite que se pueda comparar la
fortuna guardada en Panamá con las fuentes de esas cantidades y con el
patrimonio de sus dueños, quienes deberán demostrar que esas cuentas no
esconden negocios ilícitos o evasión fiscal.
Es evidente que se queda uno con la mosca detrás de la oreja. ¿Por qué una persona coloca su dinero fuera del país y además en lugares que le aseguran anonimato y exención de impuestos?
En la lista de Panamá Papers aparecen 57 brasileños, entre ellos Eduardo
Cunha, presidente de la Cámara de Diputados; Edison Lobao, exministro
de Minas y Energía; y el cantante Roberto Carlos. De otros países los
más conocidos son: Putin, presidente de Rusia (por intermedio de sus socios); Bachar al-Assad,
presidente de Siria; Gunnlaugsson, primer ministro de Islandia (que,
avergonzado, ya renunció); Mauricio Macri, presidente de Argentina;
Abdulaziz, rey de Arabia Saudita; Proshenko, presidente de Ucrania; y
Messi, jugador argentino.
Algo que intriga es el que los tres principales diarios de los EE.UU. (New York Times, Wall Street Journal y Washington Post) no han dado importancia a la noticia de esas fortunas secretas.
Todo indica que el gobierno de los EE.UU. está por detrás de la publicación de los Panamá Papers, a fin de desmoralizar a enemigos como Putin y Bachar al-Assad, y así reconfigurar el orden económico internacional.
Ese orden que es, de hecho, un desorden. En enero de este año la Oxfam,
ONG británica, reveló en Davos que apenas 62 personas en el planeta
tienen una entrada equivalente a la de 3,600 millones de personas, o sea
la mitad de la población mundial. Esos multimillonarios esconden en
paraísos fiscales 7,600 millones de dólares y 26 mil millones de euros.
Lo que preocupa a los magos del capitalismo es que, mientras
esa fortuna queda guardada en cuentas secretas, los chinos amplían sus
inversiones y ganan cada vez más espacio en los cinco continentes.
Las crecientes desigualdades sociales en la mayoría de países, antes
tomadas como meros efectos de la “mano invisible” del mercado, ahora son
vistas con preocupación pues requieren fuertes gastos en redes de
protección social y estimulan todo tipo de violencia, incluyendo el terrorismo.
Sin hacernos la ilusión de que el capitalismo llegue a admitir que
necesita ser un poco más humano, el hecho es que semejante acumulación
de riqueza en cajas secretas reduce los niveles de inversiones y puede
amenazar con el colapso del sistema financiero internacional. De
las 200 empresas que participan anualmente en el Foro Económico Mundial
en Davos, de cada diez, según Oxfam, nueve guardan fortunas en paraísos
fiscales de los EE.UU. o de Europa.
Un proyecto que está planeando el gobierno de los EE.UU. es acabar
con el dinero físico, el papel moneda, y utilizar sólo dinero virtual,
como tarjetas de crédito y transacciones por internet. Eso haría las
transacciones más fácilmente controlables por los bancos y los
gobiernos. Como advierte el periodista cubano Luis Manuel Arce, sería
parecido a que cada ciudadano llevase un microchip bajo la piel.
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