La Mesa Redonda dedicó su emisión a la visita de Fidel a Viet Nam.
Por Yailin Orta Rivera, especial para la Mesa Redonda
Fotos de Roberto Garaicoa
Este fue un viaje a la semilla del cariño, a la hermandad entrañable que se tejió entre dos naciones, al puente entre dos pueblos que siempre han sabido tenerse cerca en los momentos más difíciles. Pero si tuviéramos que situar ese primer día hermoso de confraternidad en algún calendario, escogeríamos, sin dudarlo, el 12 de septiembre de 1973, cuando Fidel llegó a esa tierra, acompañado de una delegación, para reafirmarles que la revolución de Viet Nam y la de Cuba constituían dos acontecimientos de una importancia histórica y una enorme contribución al movimiento internacional.
El líder cubano, con su voz encendida, les expresó a los anamitas que se marcharían con una admiración mayor hacia ellos y que solo lamentaba no haber tenido la oportunidad de haber conocido a Ho Chi Min, quien murió en septiembre de 1969. El propio Tío Ho le hizo saber al destacado cineasta Santiago Álvarez de su deseo de conocer al Jefe de la Revolución Cubana. También la Premio Nacional de Periodismo Marta Rojas reveló que a ella le había manifestado su mismo anhelo de conocer nuestro país y sostener una amistad con Fidel.
Hacia aquella primera visita nos trasladaron, con sus evocaciones, los panelistas de la Mesa Redonda de este lunes, quienes precisaron que inicialmente el líder cubano pensó estar más tiempo en Viet Nam, pero que los acontecimientos en Chile, con el golpe de Estado a Salvador Allende, lo hicieron reducir su estancia hasta el día 18 de septiembre, seis días de los que Fidel conserva recuerdos imborrables, como recientemente los catalogara.
El Premio Nacional de Periodismo Juan Marrero, quien integró hace 40 años aquella delegación, explicó que el recorrido fue amplio, y que en un primer momento ellos desconocían que se prolongaría hasta la nación asiática, porque salieron de Cuba solo con la certeza de que iban a la IV Cumbre del Movimiento de Países No Alineados en Argel. “En ese itinerario tuvimos una primera estancia en Trinidad y Tobago. Ese fue un momento histórico, porque Fidel fue y le agradeció a los países caribeños por restablecer los vínculos con Cuba, desobedeciendo las órdenes imperiales, y habló de la necesidad de la integración caribeña, de la importancia de tener una organización regional que defienda los intereses de los países del área sin Estados Unidos. Eso lo dijo en 1973.
Cuando concluyó la Cumbre partimos hacia Bagdad, pero cuando salimos de Argel sabíamos ya que íbamos hacia Viet Nam. “La noticia nos pusimos sumamente contentos porque nos sentíamos muy identificados con la Revolución de ese hermano país. Pero los rumores de los sucesos en Chile empezaron a llegar cuando estábamos volando Nueva Delhi”.
El profesor Juan Marrero comentó que una de las cosas más impresionantes del viaje a Viet Nam, fue el viaje que hizo Fidel al Sur del país, el lugar más extremo y cercano al adversario. “Yo en particular no lo acompañé, porque se decidió lo esperáramos en Hanoi, pero hice mi entrega de ese recorrido al periódico Granma, por el testimonio de lo vivido que me ofreció Santiago Álvarez”.
Marta Rojas, quien en múltiples ocasiones visitó aquella nación, rememoró cómo en los túneles había fotos de Fidel. Y sobre este viaje en especial, añadió que hubo un enmascaramiento necesario, porque aún el país estaba luchando.
En su opinión, ese fue un momento extraordinario porque Fidel fue el primer Jefe de Estado que llegó a Viet Nam y Cuba fue el primer país que reconoció al Frente Nacional de Liberación del Sur y en crear el Comité de Solidaridad Internacional por Viet Nam.
Arleen Rodríguez, coordinadora general de la Mesa Redonda, y quien recientemente visitó Viet Nam, habló de lo asombroso que resultó descubrir a este país renovado, que supo crecerse por encima del paisaje profundo de dolor que dejó la guerra. Y entre las memorables experiencias, mencionó el recorrido por el Hospital Amistad Cuba-Viet Nam, que tiene más de 400 camas y que seguirá prolongándose.
El destacado director de cine Miguel Torres expresó que el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica desempeñó un rol fundamental a la hora de testimoniar los horrores de la guerra. Y fue justamente esta experiencia profesional una de las cosas que más lo ha marcado en la vida.
“En el año 1970 fui junto a un grupo de compañeros, todos bajo la conducción de Julio Espinosa, y tuvimos la responsabilidad de pulsar los crímenes de la guerra. Partí con 28 años y desde entonces cambió mi vida. Presenciar tanto ensañamiento, dolor y horror dejó una huella imborrable en mí. Regresé realmente conmovido”.
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