viernes, 20 de septiembre de 2013

Cultura segregacionista


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La segregación es una cultura e impregna el instinto. La reacción ante lo diferente es compulsiva, irracional. Como la del yanqui que desprecia al musulmán por identificar en él a un terrorista potencial; del judío sionista en relación a los árabes; del blanco racista frente el negro; del cristiano homofóbico ante un homosexual.

Esa cultura nefasta impregna también a gobiernos e instituciones. Llega a ser atávica, inconsciente. La familia dice que no es racista, hasta el día en que la hija, blanca, rubia, de ojos claros, les presenta a su novio negro…

Un caso reciente fue la obstrucción del vuelo de Evo Morales, desde Moscú hasta La Paz, en julio de este año. Suponiendo que a bordo iba el joven Edward Snowden, que reveló cómo los servicios secretos estadounidenses espían en el mundo, los EE.UU. convencieron a Francia, Italia, Portugal y España de que impidieran la escala técnica en sus territorios, obligando a la aeronave a aterrizar en Viena, donde fue revisada.
El 18 de agosto David Miranda, compañero del periodista Glenn Greenwald, que reside en Rio de Janeiro y divulgó las denuncias de Snowden, quedó retenido 9 horas en el aeropuerto de Londres, donde haría una escala de dos horas en su viaje de Berlín a Rio. Confiscaron sus aparatos electrónicos, incluyendo el celular, el ordenador, la cámara, lápices de memoria, DVDs y juegos.
El objetivo de la policía británica, monitoreada por los EE.UU., era obligar a Miranda a revelar los signos y los códigos del material que traía de Berlín, donde se había encontrado con la documentarista Laura Poitras, para dar seguimiento al paquete de documentación que Greenwald está haciendo sobre las informaciones de la NSA, reveladas por Snowdwn sobre cómo los EE.UU. espían en todo el planeta.
Ésta es la lógica del poder: castigar a quien denuncia el crimen y no a quien lo comete.
Lo peor es la poca importancia que dan los medios a tales actos segregacionistas. Aconsejados por Paulo Freire, hagamos el ejercicio contrario y coloquemos al opresor en el lugar del oprimido. ¿Cómo reaccionarían los medios si el avión de Obama hubiera sido interceptado por cazas de un país africano? ¿Cuál sería el impacto si la hija de George W. Bush fuese detenida, al desembarcar en el Brasil, por tener un padre que defiende la tortura de supuestos terroristas, crimen considerado sin fianza por nuestras leyes?
Nuestra cultura segregacionista reduce la persona a su función, origen, color, condición social. ¿Quién de nosotros pregunta el nombre del empleado que le sirve?
En julio la actriz estadounidense Oprah Winfrey entró en un comercio de Zurich, en Suiza, y pidió ver un bolso que costaba unos US$ 40 mil. La vendedora se excusó, suponiendo que por ser negra la clienta no tendría cómo pagar aquel precio.
Un amigo que investiga este hecho hizo hace poco un test en un restaurante de lujo de São Paulo. Vistió a dos mujeres y a un hombre, todos blancos, con jeans estrafalarios, a la moda actual, y los envió a un restaurante. Fueron acogidos de muy buena gana. Una semana después llegaron tres negros al mismo restaurante vistiendo la misma ropa del trío de blancos. El portero se encaró con ellos como si fueran mendigos, llamó al mayordomo, quien llamó al gerente, quien llamó al dueño. Se les permitió el ingreso finalmente, pero el clima segregacionista se respiraba en el ambiente.

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