martes, 30 de abril de 2019

El mensaje humano de Tomás Borge

 El mensaje humano de Tomás Borge
Cuando Tomás Borge compareció ante una Corte Militar y fue procesado por jueces venales y cobardes que integraban uno de los tribunales de Somoza, obró con firmeza, y con ingenio; asumiendo una actitud digna que bien puede proyectarse en el tiempo y reflejarse en los más variados escenarios de la historia. 
Evocando esa experiencia, en sus recuerdos legados a la posteridad, diría más tarde: “Hice un alegato. Hablé de la vida, la soledad, el honor. A mis espaldas, el silencio de los enjuiciados; frente a mí, los ojos atentos, suspicaces, hostiles, de los jueces uniformados. Me confesé subversivo, enemigo del orden, cómplice de la muerte de los jueces, responsables de homicidios”

Fue esa, de alguna manera, una confesión espontánea e ingeniosa que lo comprometía a él, y a nadie más. El poeta, el guerrillero, el revolucionario, el Sandinista en funciones; supo asumir sus deberes; luego de semanas y aun meses de tortura, ante un tribunal castrense que buscaba simplemente un pretexto para condenarlo. 
Es útil recoger estas expresiones venidas de un hombre sentado en el banquillo de los acusados y condenado desde antes del juicio, a no salir nunca del infierno en el que había sido confinado. Hablaba, entonces con la fuerza del coraje pero también con el vivo desprecio que se siente, por aquellos que lo llevan a la muerte, empeñados, apenas en cumplir los dictados de un tirano. 
No son muchos los casos en los que una escena como estás, se ha reflejado en la vida de los hombres. En la pequeña Bulgaria de los años 20 del siglo pasado, Daniu Minev, dirigente del Partido Comunista y amigo de Jorge Dimitrov procesado por los tribunales militares fascista de Alexander Tzankov dijo a sus verdugos con uniforme: “No he esperado, ni espero la mas mínima comprensión, piedad, o justicia, por parte de este Tribunal. Tanto yo, como mis compañeros inocentes, comprendemos muy bien en qué antro de fieras hemos caído”.Su camarada de armas, y de horca, Marcos Friedman, dirigente de la Comisión Central Militar del Partido Comunista de Bulgaria, diría a su vez, en la misma circunstancia: “Sé que con vuestra pena vais a levantar tres horcas. No pasará mucho tiempo y el pueblo búlgaro por el cual hemos luchado y por el cual vamos a morir, levantará trescientas horcas para castigar a los reaccionarios; mientras que para nosotros, este mismo pueblo levantará un monumento” 
Julius Fuscik, el periodista checo, ahorcado por los nazis el 8 de septiembre de 1944, dijo al pie del Patíbulo: “He vivido por la alegría, por la alegría he ido al combate, y por la alegría muero. No dejen que nunca, 1a tristeza sea asociada a mi nombre”
Más cerca de nosotros en el tiempo y en la distancia, Fidel Castro diría a sus jueces, impasible: “Condenadme. No importa. La historia me absolverá” 
Todas estas palabras, pronunciadas en similares circunstancias por hombres valerosos, enfrentados en situaciones extremadamente desventajosas a sus más crueles adversarios; reflejan una determinada ética, una firme voluntad de lucha y una clara adhesión a la vida. Pero, al mismo tiempo constituyen el perfil de lo que bien podría considerarse un hombre teñido de colores que, por sobre todas las cosas, irradia esperanza, voluntad de lucha, sentido humano puesto a prueba en todas sus variantes. 
De Tomas Borge, podría decirse mucho. Y podría definírsele de distintas maneras. Es más. algunos podrían considerarlo, tan solo un poeta. Para otros, podría ser un guerrillero. Para los demás, una personalidad cáustica, rabiosamente comprometida con valores; extremadamente terco sosteniendo sus puntos de vista. Pero, para todos, tendría que ser un ser humano capaz de trasmitir a través del tiempo, un mensaje de luz, y de firmeza.
En su más difundido libro de poesía – “Poesía clandestina”, así se llama-, Tomas se describe así mismo, y permite que se deduzcan sus principales características humanas. “Detesto los cocteles, dice / las condecoraciones / los museos de cera / y las novales de final atroz. / Odio a los traidores / como se odia / el infierno / las cadenas / las banderas arrodilladas. / Soy terco / ingenuo /sentimental / desconfiado. / Aficionado al silencio / a los centauros / a las ausencias. 
Y continúa asumiendo aquello que lo ata a la vida como una poderosa cadena de acero. Cuando tomamos sus palabras, advertimos, sin embargo, que esa cadena no es precisamente de acero, sino de ternura, de infimita ternura, elevada a su más alta potencia, por quien supo amar entrañablemente cada uno de sus compromisos y deberes. 
Tomas Borge nació el 13 de agosto de 1930. Apenas 4 meses antes, se había apagado en nuestro país. la luz que alumbrara la vida de José Carlos Mariátegui. Y ya se hacía en este suelo una oscuridad aun mayor con el advenimiento de oprobiosas dictaduras: Sánchez Cerro, Samanez Ocampo, Benavides, dejando al Perú bajo el oprobio. 
Hijo de un hogar humilde –su padre, Tomas Borge Delgado había sido lugarteniente de Sandino en la Guerrilla de Las Segovias contra el invasor yanqui- supo, desde infancia, lo que era la rebeldía. A los 13 años, en 1943, participó en las primeras acciones contra la dictadura de Somoza, y fue detenido. Poco después, en los años 50, establecería una relación profunda con Carlos Fonseca Amador, también de Matagalpa, la patria chica de Rubén Darío. 
A fines de los años cincuenta, la Revolución Cubana llegó como un aliento de vida a muchos pueblos martirizados de América. Si en esta parte del mundo, en la tierra de Cesar Vallejo y José María Arguedas, muchos jóvenes se sintieron impulsados por la guerrilla de Sierra Maestra; en Centro América, donde los más despiadados asesinos habían hecho de gobiernos, sus haciendas, a la sombra de la United Fruts Company; el mensaje de Fidel caló aun más hondo. 
A comienzo de los años 60, Fonseca y Borge –entonces militantes del llamado Partido Socialista de Nicaragua- hablaban ya de la necesidad de organizar –como en décadas pasadas- una guerrilla que levantara la bandera de los pobres. Nació así, en 1961, el Frente Sandinista de Liberación Nacional. Sumando aceradas voluntades. A más de los citados, Silvio Mayorga, Germán Pomarez, Francisco Buitrago y otros, alumbraron este parto. 
A partir de entonces la vida de Tomas fue una vorágine indetenible. Entrando y saliendo de Nicaragua, caminando por aldeas y ciudades, trajinando azaroso por la montaña; libró diversos combates que fueron, en algunos casos avances y en otro, contrastes; pero en todos, experiencias de lucha vigorosa que se fue acumulando; y que forjaría luego la victoria. 
Preso en 1969, volvió a caer en manos de sus verdugos en 1976. En esta etapa aciaga de su vida, fue salvajemente torturado. Permaneció nueve meses engrilletado en una celda miserable. Fue sometido a los más crueles vejámenes, mantuvo enfiesta su voluntad da acción. Y nunca se dejó doblegar por sus captores. Soportó allí noticias dolorosas, como la propia muerte de su compañero de infancia y de lucha, Carlos Fonseca, caído el 7 de noviembre de 1976 en suelo nicaragüense; pero nunca perdió seguridad que ocurriría la victoria de su pueblo. 
Si en 1978, Tomás logró salir de la prisión, eso no fue el resultado de una súbita y benevolente decisión del régimen asesino de entonces, sino de la actitud decisiva de sus compañeros de lucha que tomaron por asalto la sede del Congreso Nacional para canjear rehenes por libertades. Después. Vendría la victoria. 
En el gobierno sandinista de los años 80 Borge cumpliría altas funciones. Y luego de la derrota, en los 90; no acompañaría a quienes desertaron de la lucha. Él, mantuvo muy al tope su voluntad bicolor. La bandera roja y negra siguió latiendo con la fuerza de siempre, y con la confianza infinita en la capacidad de recuperación, que mostraría su pueblo. En esos años, con la sencillez y la simpleza que le caracterizó siempre, supo darnos una explicación ingeniosa de muchas cosas, entre ellas, de la quiebra del Socialismo real. Nos dijo, en efecto: “El socialismo real / no creía en Dios / pero no fue esa la razón / de su caída./ El socialismo real murió / porque no creía en la poesía / en los chistes de Pepito / ni en la resurrección de los muertos.” 
Cuando el 2007 volvió a renacer la esperanza en la Patria de Sandino, Tomas, este hombre que amaba el sol, las pláticas con las multitudes, los niños, los venados y las mujeres, estuvo otra vez al frente y se mantuvo en las más altas esferas del deber, hasta su muerte, ocurrida el 30 de abril del 2012, siendo en ese entonces aún, embajador de Nicaragua en el Perú. 
Tomas, creyó siempre que el fuego, estaba en el corazón de los hombres. Y su humanismo lo llevó a muchas cosas para alcanzar también sus fines terrenales. En una ocasión nos dijo: “Soy ateo / confeso ferviente/ Ateo de nacimiento / pero te ruego Dios mío/ la empujes / para que caiga / en mis brazos…! 
Tomas Borge Martínez, el poeta, el guerrillero, el escritor, el diplomático, el estadista; siempre vive entre nosotros. 

Lima, abril del 2019

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