martes, 27 de agosto de 2013

Fisgoneo impúdico


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Poco le falta al Imperio por saber de nuestras vidas. Lo que hablamos, lo que escribimos, nuestros gustos y acciones. Vivimos la era del Gran Hermano: copados de satélites espías sobre nuestras cabezas, con nuestros teléfonos y correos electrónicos tomados a larga distancia, con gigantes informáticos acopiando nuestra información para entregarla a soldados, informáticos y analistas de la inteligencia norteamericana. Somos los seres más espiados de la historia de la Humanidad.

Echelon, Prism, XKeyscore ; son nombres diferentes pero con el mismo objetivo: mantener bajo control al mundo para imponer los designios imperiales. El pretexto perfecto ha sido la llamada guerra contra el terrorismo, bajo cuyo nombre se han cometido no pocas atrocidades.
Nadie queda fuera del obsesivo rastreo: los enemigos, los aliados, la ONU, la AIEA, la Unión Europea y los propios ciudadanos estadounidenses. todo sin el menor recato o asomo de pudor.
Grandes centros de operaciones (cada vez más grandes), virus informáticos, potentes servidores en embajadas norteamericanas y la manito de ATT, Verizon, Facebook, Google, Yahoo, Microsoft; de todo se ha valido Washington para echarle ojo al mundo. Como señaló Der Spiegel “la vigilancia es intensiva y bien organizada y tiene poco o nada que ver con la caza de terroristas”.
Gobierno, Justicia, Congreso, NSA, CIA, Departamento de Estado confabulados en la mayor red global de espionaje de la Historia.
Olvídense del diálogo, el respeto, la legalidad de que habla la diplomacia inteligente de Obama. La injerencia, la matonería, la prepotencia siguen siendo el modus operandi preferido del Imperio.
Lo irónico es que en el mismo enclave militar donde juzgaron a Bradley Manning por espionaje, entre otros cargos, es el mismo sitio donde radica la NSA, el gran cerebro del espionaje estadounidense.

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