“Inspira lástima el pobre norteamericano que quiere ser buen
ciudadano, que quiere entender al mundo y el papel de su país en él; que
quiere creer en la guerra contra el terrorismo y quiere creer que su
gobierno busca hacer el bien… ¿Qué conclusión puede sacar de todo esto?”
La anterior, es la pregunta que se hace el destacado articulista
norteamericano William Blum en un trabajo publicado el 7 de octubre de
2013 en el número 121 de su sitio Web Anti-Empire Report.
“Hace aproximadamente dos años que su querido gobierno estadounidense
ha estado apoyando en la guerra civil siria al mismo bando
antigubernamental de los extremistas islámicos. No habrá sido un apoyo
total, pero sí con abundante armamento, logística de apoyo, información
de inteligencia internacional, política y diplomática, así como
asistencia propagandística (incluyendo el crucial cuento de las armas
químicas) para mantener a los extremistas en el juego”.
Blum aprecia que tan amplio apoyo se ha mantenido a despecho de las
muchas atrocidades a ellos atribuidas –autos y camiones suicidas (con
numerosas bajas civiles), siembra de bombas en carreteras, estilo Irak;
horripilantes masacres de cristianos y kurdos, grotescas decapitaciones y
otras disecciones de cuerpos de las víctimas.
Toda esta barbarie ha hecho cada vez más difícil vender esta guerra
al público estadounidense, acostumbrado a historias de luchas de buenos
contra malos, siempre con un malvado dictador que hay que eliminar.
Blum aclara, sin embargo, que esta no sería la primera vez que Estados Unidos se encuentre atrapado en una contradicción de ese tipo y recuerda que Washington ha luchado en el mismo lado que Al Qaeda en repetidas ocasiones antes de hacerlo ahora en Siria.
En Afganistán,
en los años 1980 y principios de la década de los años 90, lo hicieron
en apoyo a los Moujahedeen (“guerreros santos” islámicos). La CIA
orquestó allí una guerra contra el gobierno afgano y sus aliados
soviéticos, en la que invirtió varios miles de millones de dólares en
armas y entrenamiento militar.
En 2001 el Wall Street Journal escribió que Al Qaeda surgió como
fuerza sobresaliente en el escenario mundial en 1992, cuando la Embajada
en Viena del gobierno musulmán bosnio de Alija Izetbegovic emitió un
pasaporte a nombre de Osama bin Laden.
Durante los últimos 10 años, los más altos líderes de Al Qaeda han
visitado los Balcanes, incluyendo el propio bin Laden que lo hizo en
tres ocasiones entre 1994 y 1996. Ayman Al-Zawahiri, el cirujano egipcio
convertido en líder terrorista, ha operado campos de entrenamiento de
terroristas, fábricas de armas de destrucción masiva y redes de blanqueo
de dinero y comercio de drogas en Albania, Bosnia, Kosovo, Macedonia, Bulgaria y Turquía.
El británico The Guardian ofreció “la historia completa de la alianza
secreta entre el Pentágono y los grupos radicales islámicos del Medio Oriente
diseñada para brindar ayuda a los musulmanes bosnios”. Algunos de estos
grupos son aquellos mismos en los que el Pentágono se apoya ahora en su
“guerra contra el terrorismo”.
En la última década de las guerras civiles en los Balcanes, Serbia,
considerada entonces por Washington “el último gobierno comunista en
Europa”, fue siempre valorada como el enemigo principal.
Kosovo, mayoritariamente musulmana, era una provincia de Serbia, la
principal república de la Federación de Yugoslavia. En 1998, el ejército
separatista de liberación de Kosovo (ELK) comenzó una lucha armada
contra Serbia. El ELK había sido considerado por Estados Unidos, el Reino Unido y Francia,
durante años, organización terrorista, debido a sus relaciones con Al
Qaeda, que le suministraba armas, entrenaba a sus militantes en sus
campamentos en Pakistán, y tenía militantes suyos en las filas del ELK,
luchando contra los serbios.
Sin embargo, cuando las fuerzas de Estados Unidos y la OTAN
iniciaron la acción militar contra los serbios en Kosovo, el ELK fue
sacado de la lista de terroristas de Estados Unidos y comenzó a recibir
oficialmente armas de Estados Unidos y la OTAN, que apoyaron su lucha
contra Serbia.
En 2008, Kosovo declaró unilateralmente su independencia de Serbia,
una independencia tan ilegítima, que la mayoría de los países del mundo
todavía la consideran artificial. No obstante, Estados Unidos fue el
primer país en reconocerla.
Estados Unidos ha presionado con insistencia por la membresía de Kosovo en la OTAN y la Unión Europea,
pero ha hallado problemas debido a las muchas evidencias de
participación de sus gobernantes en el tráfico de personas, heroína y
órganos del cuerpo humano.
En definitiva, son cosas de la guerra contra el terrorismo de George W. Bush que Obama continúa.
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