Por Gustavo Espinoza M. (*)
Habida
cuenta del agravamiento de la situación internacional, y de los
peligros de guerra que se ciernen sobre el mundo a partir de la crisis
del medio oriente y de la demencial escalada norteamericana contra
Siria, es difícil esperar un cambio favorable en el tema de los
antiterroristas cubanos encarcelados desde hace 15 años en los Estados
Unidos. Pareciera que Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Antonio
Guerrero y Fernando González Llort -4 de los 5 aun retenidos por la
tozudez del Imperio- llegarán al 12 de septiembre de este año tras las
rejas, sin que ninguna decisión modifique el status injusto que les
dictara el circuito judicial de La Florida, a comienzos de este siglo,
por delitos que nunca cometieron. Y es que el Presidente Barack Obama se
empeña en desacreditar a la alta comisión sueca que confiere anualmente
los Premios Nobel, y que tuvo -no hace mucho- la
peregrina idea de entregarle a él la presea de la paz no como un
reconocimiento a la labor cumplida, sino más bien como una esperanza que
la honrara más adelante con una política acorde a los intereses
naturales de la especie. El tiempo, juez definitivo de todos los
dolores, se ha encargado de demostrar que el reconocimiento formalmente
otorgado al mandatario yanqui, carecía de sustento. Y hoy, el mundo mira
con horror la posibilidad de un conflicto militar generalizado porque
los mercaderes de la guerra se resisten a hablar de paz y a preservarla
para todos.
El
mundo es escenario creciente de una sólida campaña internacional que
demanda justicia y que reclama un mínimo de coherencia a un gobierno que
está tentado a condenar a la pena de muerte a un niño de trece años, al
tiempo que permite que goce de la más absoluta libertad un terrorista
como Luís Posada Carriles, responsable intelectual de la muerte de
centenares de personas, y autor material de otras.
Los
Jueces de Atlanta, la Comisión de Detenciones Ilegales de Naciones
Unidas, Amnistía Internacional y otros organismos de alto nivel
representativo, han sumado sus puntos de vista en la materia, a
Parlamentos de numerosos países, Jefes de Estado y de Gobierno,
ministros y ex ministros, intelectuales, clérigos, personalidades del
más diverso signo. Todos han esgrimido las más mismas razones del
corazón para atender lo que constituye una legítima demanda solidaria.
Para la Casa Blanca pareciera no haber contradicción alguna entre
mantener tras las rejas a quienes arriesgan su vida luchando por salvar
las de otras personas; y complacer a los que consideran legítimo detonar
bombas para derribar aviones, o colocar explosivos en vestíbulos de
hoteles.
En
todas partes se conoce ya que el gobierno norteamericano, que no tiene
empacho en bombardear aldeas civiles en Afganistán o en Irak; tampoco
tiene vergüenza de ocultar al mundo las verdaderas razones por las que
condenó a estos valerosos luchadores, admitiendo que fue su odio contra
Cuba el lei motiv de su conducta.
René
González -el único de los 5 que recuperó su libertad- vive ya en Cuba,
con su familia y con su pueblo. Pero los supuestos “delitos” que a él se
le incriminaron, fueron los mismos que podrían esgrimirse contra los
demás: los 5 integraron un mismo grupo de trabajo encargado de similar
tarea: obstruir los planes asesinos de las bandas terroristas que operan
en Miami bajo la protección y amparo de los servicios secretos de los
Estados Unidos, contra el mundo. Ni en el caso de René, ni en el de
ninguno de los otros, pudo probarse en estos quince años ninguna acción
que pudiese ser considerada como un delito mayor, de espionaje o
terrorismo. Si algo explica -porque nada justifica- la dureza de las
penas impuestas por la Jueza Lennart, es simplemente la voluntad de los
oscuros poderes que mueven sus hilos desde la Casa Blanca para castigar
la resistencia de Cuba a los
vesánicos designios del Imperio.
Hoy
se sabe -entre otras perlas- que el gobierno de los Estados Unidos pagó
sobornos a periodistas yanquis para que escribieran notas y
proporcionaran informaciones públicas orientadas a acreditar falsas
culpas a los procesados. Ese sólo hecho, que en cualquier país del mundo
ameritaría la revisión de una sentencia, constituye el último eslabón
legal para que se cambie el escenario del caso. Más allá, asoma apenas
la voluntad del Presidente de los Estados Unidos que corte el juicio y
genere una solución justa al drama que se generó en septiembre de 1998.
“Si
bien es un sufrimiento permanente no tener al lado a mi esposo y que
mis hijas no hayan podido disfrutar de niñas y adolescentes de su padre,
nos anima el saber que no pierde las esperanzas de lograr justicia y
saber con certeza que sus padecimientos despertaron la solidaridad
permanente de muchos países del mundo y organizaciones internacionales
de derechos humanos como Amnistía Internacional y la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones
Unidas (ONU) entre otros”, dijo recientemente en Lima
Elizabet Palmeiro, la esposa de Ramón Labañino. Ella, asistente al XIV
Encuentro Nacional de solidaridad con Cuba celebrado recientemente en
Abancay, nos trajo el saludo de sus compañeros de infortunio y se llevó
el afecto de los peruanos que esperan una salida justa a un tema que ha
llamado la atención del mundo en los
últimos lustros, y que crece como un ramo de rosas en el corazón de la
verdad.
En
el Perú la solidaridad con los 5 ha brillado con luz propia. Navegó por
los ríos caudalosos de la selva; subió a lo más alto de la montaña
flameando su bandera a 4.892 metros sobre el nivel del mar; se alzó en
las construcciones pre hispánicas, como Machu Picchu, recorrió los
áridos desiertos de la costa; resonó vibrante en los contrafuertes
andinos; y alumbró la vigilia de jóvenes y viejos hermanados en una
lucha común que dignifica al mundo.
Todos
somos conscientes que una doble moral caracteriza la política de los
Estados Unidos en materia de Derechos Humanos. Por un lado, proclama a
viva voz su compromiso de acción contra el terrorismo. Por otro,
encarcela y condena a los antiterroristas al mismo tiempo que permite el
libre manejo de quienes se valen del terrorismo y otras prácticas
asesinas, para castigar a Cuba.
Y
es que más allá de los valores y de los principios, lo que funciona en
la Casa Blanca no es la justicia ni la ley; sino la conveniencia
política y la venganza; elementos ambos tras los que se parapeta la
arbitrariedad y el abuso. Como antes y como siempre, en muchas partes
del planeta, en este mes de septiembre tendrán lugar diversos actos
solidarios. En ellos, la voluntad de los peruanos se expresará en una
marcha nacional prevista para el próximo 12 de septiembre, con la misma
voluntad que en otras partes. Porque aquí -como en las más diversas
latitudes del planeta- el sentido de la justicia camina en el mismo
derrotero que la vida. Una y otra, constituye la expresión de un pueblo
que siente la solidaridad como el alimento espiritual más definido. Si
de los pueblos dependiera, los antiterroristas cubanos no podrían
permanecer un día más, tras las rejas.
(fin)
(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera. / http://nuestrabandera.lamula. pe
JUEVES 5. EL 5 POR LOS 5, A LA 1 DE LA TARDE.
JUEVES 12. MARCHA POPULAR DE SOLIDARIDAD. DE 2 DE MAYO A PARQUE WASHINGTON / 4 p.m.
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