Sus botas aún guardaban el lodo de la Sierra Maestra cuando anduvo por estas tierras. Eso lo sabía. Sin embargo, nunca pensé que su nombre despertara tantas pasiones en el lejano Pakistán. Mucho menos creí encontrar a alguien que murmurara en un inglés que es casi urdú: “Él es de aquí” y que luego confesara desconocer dónde nació o cuándo llegó a la zona el joven que es su inspiración.
En Pakistán cohabitan dos CHE: uno que persiguen historiadores y periodistas, pues llegó aquí a solo siete meses del Triunfo de la Revolución Cubana y se marchó sin apenas dejar huellas, aparentemente; y otro, que no pocos suelen idealizar como un héroe nacional que naciera al sudoeste del país.
UN JOVEN GUAPO Y CASI DESCONOCIDO….
El Comandante en Jefe fue a despedirlo al Aeropuerto de Rancho Boyeros. El 12 de junio de 1959, diez días después de su boda con Aleida March, Ernesto Che Guevara partió de Cuba, al frente de una delegación oficial del gobierno revolucionario.
El viaje, que el mismo Che denominó “de buena voluntad”, tenía como fin el establecimiento de relaciones comerciales, políticas, culturales, técnicas… con varios países de África, Asia y Europa.
El 8 de agosto de 1959 “con los ojos pegados” como él mismo reconociera, debido a largas jornadas de trabajo y al desgaste físico del recorrido, llegó a Karachi, la entonces capital de Pakistán, “un joven guapo y casi desconocido, con uniforme de combate y botas del ejército, como si acabara de salir de la selva”, describió la prensa de la época.
La estancia fue breve. Durante aquellas horas de intenso verano, se reunió con los secretarios de Estado y de Comercio y Alimentación y con el jefe de Gobierno, General Mahomed Ayub Khan. Recorrió además varias industrias e institutos científicos.
Muy pocos testimonios de aquellos días sobrevivieron al paso del tiempo. El doctor M. Altaf Hussain escribió sobre su encuentro con el revolucionario de apenas 31 años: “Mi supervisor inmediato en ese momento era el Sr. M. Afzal, Comisionado de Agricultura, me pidió que guiara al Sr. Che en una visita por las granjas vecinas. Lo llevé a Malir, donde había una granja experimental que era dirigida por el Ministerio de Agricultura con la ayuda de Mian Shafi, un comerciante y en ese momento también Vicepresidente Honorario del Comité del Algodón de Pakistán, del cual yo fui Secretario.
“También me dijeron que a la hora del té, en la tarde, lo llevara a la residencia privada de la Comisaria de Agricultura para el té. Yo lo hice. Pasamos unos 40 minutos tomando el té y luego lo llevé al aeropuerto de Karachi para la salida”.
En febrero de 1965, Ernesto Guevara regresó a Pakistán. Iba rumbo a Beijing para mediar en las contradicciones sino-soviéticas e hizo una escala técnica en la capital pakistaní. De aquella visita no quedó ningún testimonio gráfico, solo un comentario que José Armando Guerra Menchero, Cónsul General de Cuba en Karachi en ese momento, le hiciera a miembros del Partido Nacional Awami (NAP): “Camaradas, me alegra decir que el Che Guevara estuvo en Karachi ayer. Se sentó en el sofá que ahora están sentados ustedes. Visitó brevemente la playa de Clifton y disfrutó de un paseo en camello. Ayer por la noche se fue a China”.
Esta es la historial real de la presencia del Ernesto Che Guevara en Pakistán hace más de medio siglo. Sin embargo, algunos pakistaníes nunca lo han dejado ir, hay un Che que perdura en las luchas y crónicas cotidianas de un pueblo que se aferra tanto a los héroes como a la fe.
¿CHE DE BALOCHISTÁN?
Al llegar a estas tierras de Asia sur jámas imaginé que los baluchis tuvieran un CHE y que “increíblemente” su guerrillero mostrara la misma imagen que el mío.
La provincia más extensa y menos poblada del país es Balochistán. Una región bastante distante geográficamente de Latinoamérica, pero donde las historias de Ernesto Guevara también forman parte del imaginario popular.
En tierra del pueblo baloch, a veces su rostro grita desde un muro, engalana una boina, anda en pechos de jóvenes que se jactan de estar a la moda o aparece entre las pinturas y adornos típicos de un camión de carga que recorre todo el país.
El Dr. Che, como suelen llamarlo, en ocasiones luce una fisonomía muy distinta, una expresión de furia que agrede e impresiona. Creo que hay quienes sacrifican la Historia en nombre de causas o las causas en nombre de la Historia.
He leído en las memorias y blogs de veteranos baluchis la expresión “en mis días como Che Guevara…” para referirse a una época de guerrilla o instantes donde parafrasearon las ideas del Argentino como acto de plena rebeldía. Otros transgreden circunstancias: “El Che Guevara de la lucha por la libertad Baloch puede estar muerto, pero hay miles de Che Guevara para mantener la lucha”.
Es impresionante cómo especulan sobre si el Che es de por esos lares: “El secreto finalmente ha sido descubierto: Che Guevara fue Baloch (The secret is finally out: Che Guevara was Baloch)”.
Entre lo real y lo ficticio, más allá de la razón o las causas, nadie dude que el Che Guevara anda por el sudoeste de Pakistán, despertando sueños en unos, siendo traicionado por otros, pero con una imagen de gigante que traspasa fronteras y realidades.
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