jueves, 31 de octubre de 2013

Georgia: Más espina que pétalos

Eduard Shevarnadze
Eduard Shevarnadze
Por estas fechas y en el 2003, ocurrieron acontecimientos en Georgia que tomaron el romántico nombre de Revolución de las Rosas, pero en la praxis, no fueron flores olorosas las cosechadas. El jefe de estado que derrocaron entonces aquellos supuestos elementos justicieros, no era alguien muy diferente que quien le quitó el poder. Al contrario, Eduard Shevarnadze se inclinó tempranamente hacia las voluntades occidentales y las puso en práctica con avidez destructiva notorias.
Siendo todavía ministro de exteriores de la Unión Soviética, en una entrevista que le hiciera Vázquez Raña, para El Sol de México, dijo que cuando Gorbachov le pregunta qué se debía hacer para mejorar la USSS, él fue tan absoluto como categórico: hay que dinamitarlo todo. Nada sirve.
Obviamente no fue uno de quienes con sincero propósito, se proponían enmendar los males que, es indudable, tenía el gran país, merecedor de buen hacer, con atenciones en hondura y calidad, pero no de entierros prematuros.
Una vez separadas las repúblicas que formaron la URSS Shevarnadze, retorna a su natal Georgia donde logra ser presidente hasta que renuncia, obligado por al movimiento que encabeza Sakaashvili. Su mandato, como los de sus antecesores, estuvo plagado de corrupción, pugnas y, sobre todo, rupturas irreconciliables en lo que respecta a las regiones de Abjasia y Osetia del Sur que durante todos los gobiernos han mantenido, y defendieron, sus propósitos independentistas.

Al ahora saliente Sakaashvili no se le adjudica record mejor. Crisis económica, cohecho constante, (en el 2007 suspende las garantíais debido a las manifestaciones contra la corrupción). Privilegios y nepotismo rampantes, censura de prensa, maltrato a los prisioneros, hicieron ingrata su figura y provoca que le abandonaran antiguos aliados.
Un intento de tomar por la fuerza a Osetia del Sur en el 2008, le puso en ridículo, pese al apoyo de Estados Unidos. Las tropas invasoras provocaron muchas bajas civiles y atacaron al contingente de pacificación ruso que a nombre de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), se encontraba en la zona.
La reacción de Moscú fue terminante y en pocos días restableció el orden. Con posteridad el Kremlin decide reconocer el carácter soberano de las dos regiones. En definitiva y abreviando, la presidencia de Saakashvili estuvo signada por la más grosera y subordinada retórica pro estadounidense y un radical, casi enfermizo, enfrentamiento con Rusia.
Salvo que el nuevo ejecutivo parece tener la sensatez de normalizar los vínculos con su vecino, es muy posible que los empeños del gabinete que se conforma no sean demasiado diferentes tampoco a lo hecho por sus antecesores.
El triunfo en los comicios del domingo 27 de octubre fue para Giorgi Margvelashvili, representante de la coalición gubernamental. Ha dicho que trabajará en la defensa de los derechos políticos, económicos, culturales y sociales de los georgianos y pretende que la república caucásica se añada a la Unión Europea y se sume a las filas de la OTAN (desde 1994, bajo Shevarnadze, precisamente, se afilia a la llamada Asociación para la Paz, eufemismo para designar a la antesala de ingreso a la Alianza Atlántica y muestra de que han cambiado los individuos, pero no ciertas tendencias).
Margvelashvili asegura que, al mismo tiempo, desea mejores relaciones con Rusia. El tema, entre unos cuántos, está sujeto a las contingencias provenientes de la reforma constitucional, que concede mayor poder al primer ministro, sobre el presidente, cargo que se avizora más formal que ejecutivo.
El actual premier es Bidzina Ivanishvili. Se afirma que es el hombre más rico de Georgia y, al mismo tiempo, lo presentan como uno de los enemigos de Sakaashvili, pese a haber sido miembro de su administración. Quizás la malquerencia tenga entre sus componentes el boicot del que pocos van a extrañar para impedir la normal marcha del estado.
Se habla sobre la posibilidad de que Ivanishvili entregue el cargo de premier a otro miembro de su formación política, (el nuevo primer ministro debe ser elegido por la mayoría parlamentaria actual, partido Sueño Georgiano, liderado por el propio Ivanishvili). Lo mismo si permanece como si cede el puesto, provoca multiplicadas dudas.
Con nuevos personajes a bordo para remar con mareas constitucionales diferentes, son inevitables las expectativas tanto a escala interna como en lo exterior, aunque exista confianza en Washington y Bruselas, de que, como repito, las mudanzas, si hay, no serán relevantes.
Europa es la más interesada en la estabilidad de Georgia pues sobre ella se trazó y funciona, el oleoducto que les abastece petróleo desde el Caspio. Fue una, entre diferentes acciones, para no estar obligados a contemporizar con Rusia, a la cual en cierta medida y con bastante disimulo, en muchos aspectos, continúan viendo como si aún fuera la enemiga Unión Soviética.
Es así que los personajes que están entrando en el escenario georgiano, tienen que habérselas con declarados opositores y aliados ambiguos. Luego casi todo –excepto lo que ya ocurrió- está por ser dicho y comprobado.

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